Diez años atrás, Kristin Kramer se despertó temprano una mañana porque uno de sus perros necesitaba salir. Fue cuando sucedieron un par de cosas extrañas.
Cuando intentó llamar a su otro perro, “no podía hablar”, recordó. Y al bajar las escaleras para dejarlos salir al jardín, “me di cuenta que no podía mover mi mano derecha”.
Así y todo volvió a la cama, “lo cual fue una tontería”, dijo Kramer, ahora de 54 años, quien es gerenta de una oficina en Muncie, Indiana. “No me di cuenta de que estaba sucediendo algo grave”, sobre todo porque, al despertar una hora después, “estaba perfectamente”.
Así que “simplemente no le di importancia”, y se fue a trabajar.
Es una respuesta común a los síntomas neurológicos que indican un AIT, un accidente isquémico transitorio o un mini accidente cerebro