por Marvin Ramírez
Imaginen a un padre que acude a un tribunal, no para huir de la justicia, sino para cumplirla: para presentarse, seguir el protocolo y resolver su caso. Luego, sin previo aviso, desaparece en un centro de detención, a cientos de kilómetros de distancia, dejando atrás a sus hijos, su trabajo, a su esposa ciudadana estadounidense y toda una vida construida durante décadas. Eso es exactamente lo que está sucediendo ahora mismo en nuestras comunidades.
El caso reciente de Miguel Ángel López Luvian, un padre de tres hijos de 47 años de Livermore que ha vivido en Estados Unidos durante 27 años, es un ejemplo desgarrador. El 27 de mayo, Miguel acudió a una cita rutinaria de inmigración en San Francisco, como lo había hecho muchas veces antes. No estaba evadiendo la ley. Tenía