El republicano se ha valido siempre de una misma táctica: atacar y ridiculizar. Actúa como el chico al que no le importa que le acepten o no porque sabe que puede conseguir lo que quiere generando miedo y con insultos

Desde que Donald Trump entró a la arena política, los estudios de opinión coinciden uno tras otro sobre un mismo punto: su principal atributo es el de proyectar una imagen de hombre fuerte capaz de imponer su agenda. El año pasado no fue la excepción. Cuando Gallup preguntó por la fortaleza de los candidatos, el 65% de los independientes consideraba que el republicano lo era, mientras que solo un 42% opinaba lo mismo de su rival, Kamala Harris.

Según la visión de los electores, Trump tenía menos moral, era menos digno de confianza e incluso menos agradable que su riva

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