Carlos Villalobos.- Vivimos en una época extraña y es que parece que hoy la regla es avanzar sin mirar atrás, acumular sin compartir, correr sin detenerse a preguntar si alguien más puede seguir el paso. La soledad hoy ya no es una opción, se ha convertido en una realidad y en una forma de vida que, de a poco, nos hemos enseñado a normalizar.

En esta espiral sin parar, en la que quien hace más cosas al mismo tiempo por sí mismo, ayudar se ha vuelto algo casi contracultural. Lo vemos en la calle, en los trabajos, incluso en las relaciones más cercanas. La indiferencia como escudo, el “no es mi problema” como bandera y, sin embargo, cada tanto aparece alguien que rompe ese molde, que recuerda que la generosidad no es un lujo, sino un acto de resistencia.

Porque ayudar, de verdad ayudar, n

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