El terror es un instinto primario del ser humano. Está ligado a su supervivencia. Pasar miedo, además, es placentero. Y se presta sobremanera a la creación artística. De eso da fe la narrativa gótica, un vehículo expresivo de primerísimo orden que explora complejas ideas o emociones que no tienen cabida en un formato más explícito.

Como madre del género, la británica Ann Radcliffe (1764-1823) fue una best-seller de su tiempo, una auténtica celebridad. Su imaginación causó furor en ambientes cultos y populares, en una época de escasa alfabetización y sin internet. En el bicentenario de su muerte debemos reivindicar sus logros literarios.

Numerosas escritoras siguieron su estela. Eliza Parsons, Regina Maria Roche, Eleanor Sleath, Mary Shelley , Emily y Charlotte Brontë

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