Estaba nublado, como suele ocurrir al final del verano en los acantilados del Faro de Calaburras de Mijas, en Málaga. Mis tíos y primos habían llegado el día anterior de Córdoba, dispuestos a pasar una jornada de playa. No había mejor anfitrión para su hermana Frasquita que mi padre, Manuel, al que le encantaba recibir a sus sobrinos y agasajarlos con unos buenos espetos de sardinas.

En dos Seat 600, uno amarillo y otro azul , de mi padre y de mi tío, emprendimos camino a la playa. Como siempre, no faltaba de nada, toallas, flotadores, sombrillas, barbacoa…, y la sandía que el fuerte oleaje intentó llevarse varias veces de la orilla, donde se refrescaba a la espera del postre.

«La casa de la playa era como un hotel, parecíamos sardinas en lata»

Ramón Mateos Padilla

Esa fotograf

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