El encanto de un equipo reside en lazos invisibles, en ocasiones ajenos a la calidad de la plantilla, al número de estrellas, incluso a los resultados, por espectaculares que sean. Digamos que es un aura etérea que a veces redondea la imagen que se tiene de los grandes equipos, caso del Barça en estos tiempos felices.
Ese ecosistema, tan difícil de conseguir en el fútbol , es un regalo del cielo que conviene mantenerlo a toda costa. De su preservación depende mucho más que la amable idea de la familiaridad, de equipos fraternales, jugadores bien avenidos y convicciones compartidas. Sin esas condiciones también se ganan títulos. Equipos que son una caja de bombas se mueven con éxito por el fútbol, hasta que la bomba estalla y la reconstrucción delata la carcoma interior. Los regresos d