n las letras de colores que rezan Zafarraya o frente al consultorio médico, las mujeres esperan arregladas y en fila a que los coches les ... haga luces o un hombre las anime a seguirle. La precariedad azota con más fuerza y el doble a las temporeras, que recurren al trabajo sexual como complemento de un salario ínfimo en el campo. Con frecuencia, cambian de sitio para eludir el control de la Guardia Civil y la Policía Local, que según los vecinos, su presencia es frecuente.

Venden sus cuerpos por entre 10 y 20 euros. Sus clientes son mayormente otros temporeros, aunque hay también algún local que pide sus servicios. La falta de higiene derivada por las condiciones de vida en la que subsisten los jornaleros propicia enfermedades.

El consultorio de Zafarraya atiende de media entre 50 y

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