Hay quienes dicen que hablarle a un perro no tiene sentido porque este no entiende. Pero quienes vivimos con ellos sabemos que sí nos escuchan. No solo reconocen palabras, también perciben emociones, tonos y gestos. Su manera de entendernos va mucho más allá del idioma.
He visto perros que reaccionan, apenas escuchan calle, comida o vamos. Saben lo que viene y se emocionan. No es magia. Es memoria, rutina y conexión.
Aprenden a asociar palabras con momentos y, sobre todo, con cómo las decimos. El tono amoroso, firme o alegre marca la diferencia. Hablarles no es raro. Es natural. Es parte del vínculo que construimos día a día.
Nos miran, nos siguen, nos sienten. Y aunque no respondan con palabras, contestan con el cuerpo, la mirada y la presencia. Entienden más de lo que creemos. Porque