Saltaba a la pista Alcaraz, con su sonrisa y su camiseta sin mangas rosa chicle, a disputar su segundo partido diurno. Esta vez, a una hora más decente, la 1:30 de la tarde en Nueva York. “He tenido unas cuantas horas más para prepararme y tenerlo todo bajo control”, decía relajado en el túnel.
Hasta esta ronda, Carlitos había tenido cruces inéditos. En esta ocasión se enfrentaba a Arthur Rinderknech, 82 del ránking, con quien tenía un cara a cara a su favor de tres a cero.
Para Rinderknech, de 30 años, estos octavos de final son el mejor resultado de Grand Slam de su carrera. “Vengo muy centrado y con ganas de hacer grandes cosas”, decía Rinderknech, que cita en su biografía como su hobby principal “servir bombazos”.
El reguetón suena a tope en los altavoces de un Arthur Ashe que empie