Cuando una persona entra al pabellón, se espera que todo esté controlado: el equipo médico, los instrumentos, la anestesia. Pero hay un detalle que muchas veces se pasa por alto y que, sin embargo, puede ser determinante para su recuperación: la temperatura corporal. Mantener al paciente entre 36 °C y 37,5 °C durante una cirugía no es solo una buena práctica clínica. Es una medida que puede prevenir infecciones, reducir sangrados, acortar la hospitalización e incluso salvar vidas.

Este principio se conoce como normotermia quirúrgica, y en Chile ya es parte de la regulación sanitaria: la Norma General Técnica N°190 sobre Prevención de Infección de Herida Operatoria exige medir y mantener la temperatura en cirugías mayores a una hora. El problema es que, en la práctica, este control aún no

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