Por Federico Sacchi (*), Neuquén
En tiempos donde la política suele asociarse con confrontación y grietas, hablar de ternura puede parecer extraño o ingenuo. Sin embargo, allí radica su fuerza transformadora: recordar que lo humano, lo sensible y lo afectivo también son dimensiones políticas. La ternura no es un adorno: es un agente que permite construir vínculos, generar comunidad y fomentar confianza en medio de sociedades fragmentadas.
El desafío es pasar del decir al hacer, acompañar con una presencia real, viva y sentipensante. Desde ese lugar, cualquier proyecto personal se vuelve necesariamente comunitario, porque siempre involucra a otros. Una sociedad que incorpora la ternura como criterio político no puede naturalizar el sufrimiento ajeno ni permanecer indiferente ante la vulne