En un gimnasio bien iluminado del este de Austria, dos enfermeras con batas blancas observaban a cinco hombres pedalear lentamente en bicicletas estáticas.

Una de las enfermeras les tomaba la presión arterial, mientras que la otra, sentada tras varias pantallas, controlaba su ritmo cardíaco.

«Enjoy the Silence» de Depeche Mode sonaba suavemente por un altavoz.

Era una escena típica en el centro de rehabilitación cardiovascular de Bad Tatzmannsdorf, a una o dos horas de Viena, en Burgenland, una provincia montañosa conocida por el vino.

Todos los pacientes estaban allí debido a problemas cardíacos de diversa gravedad, desde latidos irregulares hasta ataques cardíacos, y el propósito de sus estadías era convalecer, formar mejores hábitos e irse como versiones más saludables y relajadas

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