La clasificación a la Copa del Mundo de Rusia 2018 convenció a la nueva generación de que la selección peruana había mutado, cambiado de chip, sufrido una metamorfosis: de ser un peón silvestre, postrado; a convertirse en un imponente rey. La hazaña, después de 36 años de lamento y penas mayores, elevó el ego de los hinchas y nuestro fútbol cambió.

Los estadios empezaron a llenarse. El marketing y el merchandising alcanzaron niveles superlativos y el amor a la Bicolor cruzó fronteras. El cariño hacia nosotros mismos, a nuestro país, tomó nuevos brillos. Es que la selección estaba de vuelta en la fiesta de los grandes.

Cuando las Eliminatorias Sudamericanas al Mundial de Qatar 2022 nos cayeron encima, Perú alcanzó protagonismo con otros rostros, pero con la base creada y formada por Ri

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