Por

El asunto fue que estábamos en el banco, esperando en silencio, cada cual su turno. Es raro el silencio adentro del banco. Es parecido al silencio del ascensor. La gente casi no se mira y en este caso mira la pantalla y confirma con el papelito que tiene en la mano, que todavía falta un montón. A lo sumo alguno bufa, pero sin complicidad de nadie, no sea que se encienda una chispa. Todos sabemos que la publicidad de la atención del banco es directamente proporcional a la publicidad de la hamburguesa comparada con el tamaño de la hamburguesa.

Bueno, en eso estábamos cuando de la parte de adelante, donde están los cajeros automáticos, una voz de un hombre arrancó a los gritos: “¡me tienen las pelotas llenas! Llevo quince minutos peleando con esta maquinita de mierda que no acepta los b

See Full Page