Estos días hemos leído en prensa, con gran despliegue institucional, la inauguración de la Escuela Infantil Egunsenti de Erripagaña, presentada como la “primera gran infraestructura pública del barrio” y como un servicio pensado para dar respuesta a las necesidades de nuestras familias. Sin embargo, la realidad que nos toca vivir a los vecinos y vecinas de Erripagaña dista mucho del discurso oficial.

Se nos dice que este centro, financiado con 5,7 millones de euros públicos y fondos europeos, atenderá a la infancia del barrio. Pero los hechos demuestran lo contrario: los niños y niñas de Erripagaña que no residen en Burlada apenas tienen posibilidades de acceder a sus plazas.

La razón es sencilla y a la vez indignante: el sistema de admisión puntúa como criterio de prioridad el empadrona

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