En un partido que la memoria del fútbol argentino guardará como insólito, Gimnasia facturó, no sin esfuerzo, tres puntos de enorme significación.
El hecho de haber jugado desde el minuto 27 del primer tiempo con superioridad numérica (por la expulsión del incorregible Leandro Díaz), sin aprovecharlo para ejercer el dominio de las acciones, lo expone a algunas críticas.
El gol en contra del defensor Martínez lo ayudó para encontrar el quiebre que su gente le estaba reclamando. Lejos de mostrarse seguro y convincente en el manejo de las distintas situaciones, fue víctima de su propio nerviosismo.
Jugando a media luz, como si se tratara de un partido de barrio en el campito, el equipo de Orfila terminó el lunes en una posición más cómoda en ambas tablas.
MERLO Y PANARO NO ESTUVIERON LÚCID