Antes se llamaban así, regiones. Ahora se llaman comunidades, unas más autónomas y otras menos. Volverás a la comunidad no tiene el mismo eco a la vez íntimo y remoto de todo lo añorado por ausente. Y cuando se trata de la nostalgia de cierta diáspora por su terruño, a eso se le pudiera llamar morriña. Tengo que confesar que no me he leído la novela de Benet. Lo intenté en varias ocasiones, pero al cabo de una veintena de páginas me perdía en el laberinto de una narrativa cuyos referentes no alcanzaba a perfilar tras la neblina de la subjetividad. Y eso que ya me había leído a Faulkner, el gran maestro del flujo de conciencia en quién se había inspirado el ingeniero de caminos. Tendré que terminarla algún día, tanto por obligación literaria como porque el futuro del título me sigue sonando

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