Por lo general, las reformas tributarias se presentan al comienzo y no al final del gobierno. Es apenas el orden lógico de las cosas, pues de lo que se trata es de financiar un Plan de Desarrollo para la vigencia de cuatro años y no de sufragar presupuestos sobredimensionados, como ha ocurrido en los últimos tiempos a partir de anticipos antitécnicos o el nocivo expediente de evadir el pago de las deudas del Estado.
En efecto, nada se saca si se presumen grandes propósitos con el presupuesto nacional, pero en la misma medida no se tiene previsto de dónde van a salir los recursos. Al fin y al cabo, así se procede al tenor de las cuentas de la lechera , ajenas a la dispendiosa técnica exigible en materia tributaria. Llenar de impuestos a los nacionales, más en un gobierno agónico como el