La determinación, la fuerza y la perseverancia llevaron a doña María a alcanzar sus objetivos. Nació con el espíritu emprendedor, por lo que fundó su ferretería en una zona del norte de Lima, aunque para lograrlo debió sobreponerse a múltiples desafíos, siempre con la frente en alto.

Estudió para ser técnica en farmacia, pero a los 21 años decidió iniciar un negocio de artefactos de línea blanca en Polvos Azules.

Gracias a su carisma, empeño y empatía, se consolidó en el rubro. Todo parecía marchar como lo había soñado, hasta que un incendio en el centro comercial redujo su esfuerzo a cenizas y la obligó a viajar a Argentina.

Diez años después regresó a Lima con el ánimo intacto, aunque sin nada seguro.

La incertidumbre la invadía, hasta que una idea clara apareció: “Un primo me dijo

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