Caín, enclavado en pleno corazón del Parque Nacional de Picos de Europa, vivió durante varios días lo más parecido a un infierno. Un incendio que comenzó el 12 de agosto en terrenos de Asturias dejó al descubierto la descoordinación, la ineficacia y, sobre todo, el abandono institucional hacia quienes habitan este rincón privilegiado. El fuego pudo ser controlado, pero las heridas dejadas son profundas en la tierra y en los vecinos. Marino Pérez Cuevas, alcalde pedáneo de Caín, lo resume en una sola frase: "Si no es por los vecinos, esto arde entero". Porque así fue. Mientras la Junta de Castilla y León y Parques Nacionales se entretenían en reuniones y comunicados, fueron los propios habitantes quienes defendieron el pueblo de las llamas. Con medios muy precarios y la ayuda de voluntarios

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