¡Eureka! En apenas un puñado de ruedas de prensa, acabo de atisbar, como Arquímedes de Siracusa, el descubrimiento de que, muchos años después, contamos con un entrenador con dialéctica . De ahí el oxímoron del título: un entrenador con un extraordinario discurso de normalidad, en el que la primera y la tercera palabra no sólo no se contradicen, sino que se complementan. Las comparecencias de los entrenadores, habitualmente aburridas y plagadas de lugares comunes, cada uno los suyos, inducen al bostezo a partir de la tercera o cuarta . Se repiten más que el ajo. Cada cual escoge sus paradigmas y su mantra. Pero uno o dos, si acaso tres forzando. Cada cual crea así su sello, ese hilo argumental que conocemos de memoria, que podríamos escribir antes de que se sienten en el micrófono.

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