En nuestra Región de O’Higgins coexisten realidades profundamente distintas. Mientras algunas comunas del valle central se benefician de la cercanía a Santiago y de la infraestructura agrícola y vitivinícola, otras —precisamente las cordilleranas y costeras— siguen enfrentando brechas históricas en transporte, salud y conectividad. Esta desigualdad territorial no es casual, sino consecuencia directa de un modelo de gestión pública que continúa centralizado en exceso.

El discurso oficial habla de descentralización y desarrollo regional, pero en la práctica muchas de las decisiones que afectan la vida cotidiana de nuestros habitantes se toman en oficinas ministeriales de Santiago. Así, proyectos estratégicos para comunas como Paredones, Marchigüe o Chimbarongo quedan relegados frente a la p

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