Bajo la mirada solemne de La República , el fresco monumental que Pedro Nel Gómez pintó en 1938 en la Sala del Concejo del Museo de Antioquia , treinta personas se movían en silencio. No eran bailarines profesionales sino ciudadanos desconocidos entre sí, convocados por el Colegio del Cuerpo, que aceptaron la invitación de Álvaro Restrepo a “honrar a la Vida” con el movimiento.

“El contacto físico es algo sagrado”, decía el maestro mientras guiaba a los asistentes a tocar hombros, brazos y manos de quienes tenían al lado , en un gesto de confianza que contrastaba con la solemnidad política del mural. Allí, donde Bolívar, Santander y Nariño aparecen como símbolos de la nación, los cuerpos mostraban que “podemos trabajar todos con todos, porque no tenemos miedo al contacto físico”.

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