Hablaba la semana pasada de Emplédocles cuando, subiendo al Etna, para ver qué se cocía dentro del volcán, se tiznó una chancla y perdió la otra. «Para este viaje –que diría un castizo– no se necesitaban alforjas». Pero nos abrió la mente con su teoría de los cuatro elementos: Tierra, agua, aire y fuego, además de ser el primer vulcanólogo del que tenemos constancia. Como un viejo árbol, la filosofía tiene muchas ramas divergentes. Todas buscan alcanzar la luz en sus postulados y respuestas, pero ninguna lo consigue. Una de las últimas, de las penúltimas, fue el existencialismo, el cual abordó mejor que nadie Jean Paul Sartre, que para la iglesia era como la reencarnación del demonio. A lo que Sarte replicó: «El infierno son los otros». Una de sus extravagancias fue renunciar al premio Nob

See Full Page