Los gigantes de Silicon Valley tienen mucho en común con Laura Ingalls Wilder, quien describió su vida en la pradera como un triunfo de la autosuficiencia, sin mencionar apenas que el gobierno financiaba los ferrocarriles, proporcionaba las tierras de cultivo y ayudaba a la familia a superar los duros inviernos.
A las empresas tecnológicas también les gusta contar historias en las que el gobierno rara vez aparece, salvo como una fuerza externa que amenaza con destruir las maravillas que han creado con su ingenio y su esfuerzo. La parte de la historia que no se cuenta es cómo los éxitos de Silicon Valley han dependido del apoyo constante y las ocasionales intervenciones drásticas del gobierno federal.
El martes, un juez federal ordenó a Alphabet, la compañía más conocida como Google, comp