El diseñador Giorgio Armani, buque insignia de la moda italiana durante más de cuatro décadas, murió ayer a los 91 años en Milán. Hombre milagro hecho a sí mismo, encarnación del made in Italy y adicto al trabajo casi hasta el último aliento, el diseñador falleció tras una breve hospitalización debido a una infección pulmonar, rodeado de los suyos.
Una leyenda nunca desmentida por el propio Armani y sobre la que él mismo solía bromear cuenta que, en ocasiones, se daba una vuelta por sus oficinas por la noche para comprobar que las luces estaban apagadas. Perfeccionista hasta la extenuación e «incansablemente quisquilloso en la reiteración de su manera de entender la moda como estilo de vida», según Paola Pollo (autora del biográfico Los tontos nunca son elegantes), su adiós tiñe de luto a