La revolución en el código de vestimenta de la oficina ha comenzado por los pies. Donde antes reinaba el zapato de cordones de piel, hoy conviven con sorprendente naturalidad desde atemporales hasta unas clásicas zapatillas blancas impolutas , pasando por botines Chelsea o botas Brogue. Incluso el tradicional zapato formal se ha relajado, adoptando suelas más robustas y detalles que le restan rigidez, adaptándose a un entorno laboral que ya no exige la uniformidad de antaño. Esta tendencia ha ganado tanta fuerza que ya existen guías sobre para acertar con la elección más versátil.
De hecho, este cambio en el calzado ha redefinido las prendas que lo acompañan. El , antes relegado al viernes casual, es ahora una pieza fundamental del día a día, a menudo actualizado con un simple dobladill