Bastan cuatro horas de aislamiento social para que un adolescente se sienta muy motivado a buscar alguna forma de recompensa que le haga sentirse bien. Esto puede ser beneficioso si sirve como impulso para buscar interacciones sociales, pero cuando las oportunidades de conexión son limitadas, la recompensas podrían ser menos saludables, como el alcohol o las drogas.
Esta es la conclusión de un estudio que se publica este viernes en la revista Communications Psychology y que encuentra que las personas al final de la adolescencia son particularmente sensibles a la experiencia de la soledad.
“Nuestro estudio demuestra la sensibilidad de los jóvenes a los periodos muy cortos de aislamiento”, afirma Livia Tomova, líder del estudio mientras trabajaba en el Departamento de Psicología de la Univ