Entre gritos, polvo y restos metálicos retorcidos, un niño de sólo tres años extendió los brazos y susurró entre lágrimas: “ ¡Agárrame, por favor! ”. Era la escena que resumía la magnitud de la tragedia en Lisboa : el funicular Elevador de la Gloria se había desplomado. El accidente, ocurrido el pasado 3 de septiembre , dejó al menos dieciséis muertos y más de veinte heridos. Entre el caos, el pequeño niño alemán fue rescatado por civiles y un agente policial , cuya presencia se convirtió en un ancla de seguridad en medio del horror que sacudió a la ciudad.

El vehículo, con capacidad para 42 pasajeros, quedó completamente destrozado tras volcar en la empinada cuesta junto a la Avenida da Liberdade. Testigos directos describieron escenas de caos y angustia. Bruno Pereira , un

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