El que haya dedicado medio siglo al estudio del derecho internacional y haber participado de una corte de derechos humanos no me inhibe, antes bien me obliga a hacer un juicio descarnado y sin tamices a la gran falla estructural que hoy determina la ausencia generalizada de la experiencia de la libertad en el mundo. Y me refiero a la libertad, pues hace relación con las posibilidades de un discernimiento humano ajeno a las presiones indebidas, sean políticas o criminales u obra de las necesidades vitales, lo que sólo es posible en contextos de paz. Pero entendida esta no como la paz de los cementerios sino como el acuerdo y la concordancia para desterrar a la saña cainita como riel de nuestras existencias. Y lo decía Emmanuel Kant fijando el eje del asunto: “La justicia y el respeto al der

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