Hay algo que puede frenar a cualquier sociedad más que la falta de recursos: dejar que otros piensen por nosotros. Cuando una idea se repite sin cuestionarse, se convierte en costumbre, y la costumbre sin reflexión nos hace caminar en círculos. No importa si viene de una autoridad, de un grupo o de la tradición; cuando se sigue sin entender, se pierde la capacidad de decidir con libertad.
El peligro no está en una corriente de pensamiento, sino en la actitud que alimenta la pasividad: aceptar sin analizar, señalar sin comprender, buscar culpables en lugar de soluciones. E s entonces cuando los extremos aparecen: unos defienden el sacrificio sin resultados, otros prometen cambios imposibles, y todos olvidan que el verdadero avance nace del equilibrio, de la colaboración y de la responsabil