Los candidatos que se decanten por la defensa de la democracia entrarán en un ejercicio centrado en la observación del lenguaje ajeno y en la prudencia de la palabra propia

De pequeña, Patti Smith iba de paseo con su madre por el parque Humboldt. Cuenta que en la laguna de ese parque presenció un milagro: “Un largo cuello curvo se alzó de un vestido de plumas blancas”. “Cisne” le dijo su madre. Al principio, la palabra no fue suficiente. No transmitió la grandeza de la escena, la belleza del animal o la emoción de la niña, que buscaba más palabras para hablar de su blancura, de la explosividad de su movimiento, de la lentitud con que batió las alas. Pero luego repitió “Cisne”, “Cisne”. Hasta que sintió las cosquillas de la curiosidad. Los dedos del lenguaje haciendo su magia.

Ese recue

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