Tomás Garcilazo es un embajador de la charrería en el mundo. Sus incontables reconocimientos hablan sin necesidad de que él diga una palabra.
Es un hombre sencillo, con el único objetivo de llevar a los mexicanos que radican en Estados Unidos un pedacito de su tierra, esa a la que muchos no pueden regresar.
Su carrera empezó desde muy pequeño como charro completo y participaba en competencias donde desarrolló la habilidad en el floreo de reata y eso le valió muchos triunfos.
Pero en búsqueda de hacer cosas distintas, emigró a Estados Unidos donde la suerte cambió, pues dejó de ser competidor para montar un espectáculo ecuestre que le ha dado la vuelta al mundo y que ha permitido que México y la charrería lleguen a otros continentes.
Ha sido incluido en el Salón de la Fama del Rodeo e