La mañana del sábado se presentaba tranquila. El cielo, impecable, azul limpio sin una sola nube, acompañaba el viaje de un grupo de estudiantes y docentes de geología de la Universidad Nacional de Salta, que participaban de una salida de campo en la Quebrada de Escoipe, en Chicoana. Pero lo que ocurrió a las 9.30 de ese día difícilmente se les borre de la memoria, una repentina lluvia de diminutas partículas cayó sobre sus vehículos y destrozó los parabrisas.

En un primer momento, todos pensaron en una pedrada. La Renault Duster conducida por Federico Walter San Juan fue la más afectada. El parabrisas quedó astillado en cuestión de segundos. Pero la sorpresa llegó después, lo que había impactado no eran piedras sueltas de la banquina ni restos arrastrados por el viento. Tras analizar el

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