¿Recuerdas la última vez que terminaste un proyecto y sentiste un orgullo genuino, de esos que te hacen pensar: “esto lo hice yo”? Ese sentimiento de satisfacción es cada vez más difícil de alcanzar.
En la era de la inteligencia artificial (IA), la tentación de delegar es abrumadora. La IA nos ahorra tiempo, evita los temidos bloqueos creativos y nos da resultados instantáneos. Delegamos en ella un correo, una tarea, incluso un diseño o un poema. Pero al hacerlo, en ciertas ocasiones, una pequeña voz en nuestra cabeza se queja: “no es lo mismo si no lo hago yo”.
Esa incomodidad tiene nombre: disonancia cognitiva. Surge cuando nuestras acciones entran en conflicto con nuestras creencias. Por un lado, sabemos que el esfuerzo, la creatividad y la autenticidad son valiosos. Por otro, elegimo