Se lo llamó “el último exiliado”. Así se denominó en septiembre 1981 al, tal vez, uno de los cuadros más importantes de la historia del arte: el Guernica, obra del pintor malagueño Pablo Picasso.

La referencia al exilio era una clara declaración de principios política: el cuadro se había pintado durante 1937 y mostraba la devastación provocada en Guernica , una pequeña población del país vasco, por las bombas lanzadas por aviones nazis y fascistas italianos que apoyaban la sublevación contra la Segunda República Española. Dos años más tarde el autoritarismo de Francisco Franco se apoderó del gobierno de España.

Picasso había pintado su obra mayor en Francia y ante el avance de los totalitarismos, el artista había pedido que ese cuadro, testimonio contra la aniquilación de un pueblo, n

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