Un grupo de científicos ha analizado las propuestas de geoingeniería polar y ha concluido que ninguna es viable. Manipular los frágiles ecosistemas del Ártico y la Antártida es una apuesta de altísimo riesgo que nos desviaría del único camino seguro: dejar de calentar el planeta. No hay plan B.

El Ártico y la Antártida se están calentando a una velocidad dos o tres veces superior a la media mundial, desencadenando consecuencias que van desde la pérdida sin precedentes de hielo marino hasta el colapso de ecosistemas frágiles, así como a la aceleración del aumento del nivel del mar que amenaza a todo el globo.

Ante este panorama y la lentitud en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, ha surgido una corriente de pensamiento que aboga por soluciones tecnológicas conocidas

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