“El agua es vida” (sabiduría popular).

Cuando nos estábamos convenciendo que el infierno, llegado el momento, nos daría bola porque para calores los nuestros, y que las temperaturas calcinantes junto con la ausencia de agua convertida en causa de deshidrataciones, soponcios y vahídos nos colocan en la antesala de céntrica funeraria con planes capaces de reventar al presupuesto más fondeado, resulta que llueve.

La lluvia calma momentáneamente las arideces de una zona geográfica caracterizada por sus cambios en el patrón productivo desde que la civilización trajo consigo las maravillas de la urbanización con cargo a la salud ambiental e hidrológica del entorno, y da nueva vida y refresca la tierra y el paisaje para mostrarnos el perfil ocultó de la naturaleza antes de los fraccionamientos

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