La derrota 6-3 ante Colombia sumada a la victoria de Bolivia ante Brasil, no solo sepultó las esperanzas mundialistas de La Vinotinto, sino que expuso con crudeza las grietas de una gestión que nunca encontró rumbo. Fernando "Bocha" Batista llegó con promesas de renovación, estructura y competitividad. Lo que entregó fue una selección sin identidad, sin equilibrio táctico y sin carácter en los momentos decisivos.

El marcador abultado frente a Colombia no fue un accidente: fue el desenlace lógico de un proceso errático, donde los errores defensivos se repitieron jornada tras jornada, y donde el discurso motivacional jamás se tradujo en resultados sostenibles. Venezuela terminó octava, fuera del repechaje, con una de las peores diferencias de gol del torneo.

El espejismo del proyecto Batis

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