Un hilo invisible une a Gustav Klimt, el gran artista austríaco símbolo del movimiento modernista de la secesión vienesa, y a Giuseppe Ghislandi , conocido como Fra Galgario, el pintor italiano del período Barroco que decidió convertirse en monje en los últimos años de su vida. Ese hilo, claramente, no es su época, ni su estilo, ni tampoco su éxito. Pero sí la suerte que corrieron sus cuadros.
“Retrato de Adele Bloch-Bauer I” (o “La Dama de Oro”) de Klimt y “Retrato de dama” , de Ghislandi, exponen la persecución y el saqueo perpetrado por el régimen nazi de obras de arte que estaban en manos de familias judías. Y también el complejo escenario legal que se abre para los herederos de esas víctimas cuando buscan recuperar esas obras después de tanto tiempo.
Durante el nazismo tuvo