Pérdida evidente de peso, cara macilenta y mirada sin brillo, rictus tenso y facciones muy marcadas. El aspecto físico del presidente ha pasado de ser un comentario de salón o de barra de bar cada vez que, en los últimos meses, Pedro Sánchez se asomaba a las pantallas de la televisión y ha pasado a convenirse en material favorito de los más influyentes columnistas de la prensa nacional y de los miles de tertulianos que copan horas de programación en radios y televisiones. Aunque ya algo se notaba y se comentaba en círculos más o menos cerrados, todo se disparó a raíz de la comparecencia en la sede de su partido para proclamar, poco más o menos, que lo de Santos Cerdán no tenía nada que ver con él y que se había enterado por la prensa. En aquella ocasión, o al menos así lo interpretó todo e
La (mala) cara del presidente

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