La tele encendida en el salón común a la hora del telediario, que abre sus titulares con el próximo juicio al fiscal general del Estado, los dardos del ministro Bolaños a los jueces o la declaración de Begoña Gómez. Observo las caras y cada uno a lo suyo, la tele es un ruido de fondo. Nada que ver con los gestos embelesados y angustiados de este agosto pasado en el comedor. Las imágenes del fuego devorando los montes y las casas de este país tenían el poder de dejar a la audiencia en silencio. Ni el tintineo de las cucharas en el plato se escuchaba por momentos.
Ahora, esos minutos centrales de información ya no están dedicados al campo y regresan a los despachos, las moquetas y las declaraciones de los que mandan, sin la fuerza de las palabras que salen del corazón. Ya lo pronosticaban a