Cuando uno imagina un viaje alrededor del planeta, suele venirle a la mente el accidentado periplo de Phileas Fogg en La vuelta al mundo en ochenta días . Para lograr su objetivo, algo a todas luces increíble para la época -la historia se ambienta en el Londres de 1872-, el protagonista de la célebre novela de Julio Verne debía vencer mil y un obstáculos y hacer uso de una creatividad prodigiosa.
Un siglo y medio después, la realidad es otra y a los medios de transporte que utilizó Foog se les han sumado otros nuevos, como el avión, convertido en una opción popular, por lo que desplazarse de un extremo a otro del planeta ya no es un privilegio reservado a una minoría. Más allá del reto planteado en la novela, el deseo de conocer países y culturas no ha parado de crecer, pero existe un