Durante décadas se habló de la escuela como “el segundo hogar”. Esa idea se fue desdibujando a medida que se debilitó el reconocimiento de su función social y afectiva. No es que los niños y niñas la sientan menos como un espacio de pertenencia. El problema es que los docentes, desbordados por múltiples cargos y exigencias, agotados por sostener lo imposible y enfrentando un progresivo desprecio hacia el saber que transmiten y hacia su lugar de sostén emocional, encuentran cada vez más difícil abrazar todo lo que ese lema prometía, aunque muchos lo intentan con enorme esfuerzo.

Una niña de 14 años armada, atrincherada en una escuela de Mendoza. Dos disparos al aire y un patio convertido en escenario de terror. No es una noticia policial más: es un espejo doloroso de lo que

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