En el competitivo mundo del consumo masivo , las marcas buscan diferenciarse, gritar más fuerte, estar en todos lados, como en una carrera sin descanso. Sin embargo, la innovación real no proviene de la última tecnología ni de la campaña más vistosa, sino de la capacidad de mirar al consumidor como persona antes que como dato. Cuando una estrategia logra resolverle la vida de manera simple, relevante y emocional al consumidor, entonces sí puede considerarse distinta.
El error más frecuente de las compañías es intentar imitar códigos culturales que no comprenden. Pasa, sobre todo, con la generación Z . Se les habla en su lenguaje, se les bombardea en redes sociales, pero pocas veces se construye una relación basada en transparencia y coherencia. El resultado es el rechazo. Y es q