Todos hemos visto alguna vez un carrito de la compra abandonado. Un comprador lo usó para llevar sus bolsas a casa, colocó todo y le dio pereza volver al supermercado, así que lo dejó en el rellano de su edificio o, peor aún, en mitad de la calle. Esto es algo mucho más habitual de lo que podríamos llegar a pensar. En países como Inglaterra se ha convertido en todo un símbolo de contaminación . No solo porque un amasijo de hierro abandonado en mitad de la calle o el campo supone una intrusión en el paisaje. También porque los gastos medioambientales de reponer estos carritos de la compra en los supermercados de los que salieron son inmensos.

Esta es la conclusión a la que llegó este año un equipo de científicos de la Universidad de Warwick . Tomaron cifras sobre el abandono de c

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