El Athletic fue incapaz de evitar que el Alavés interrumpiese bruscamente su gran arranque de liga. En una tarde presidida por el afán controlador de ambos equipos y el escaso margen que se le concedió al ingenio y el atrevimiento, se impuso quien adoptó el papel más sencillo, el que menos riesgo implicaba. Al grupo del Chacho Coudet no le hizo falta gastarse en la construcción y tampoco se aventuró a explorar los dominios de Simón. A cambio, maniató a su oponente con orden y concierto, le impidió desplegar sus reconocidas bazas ofensivas y en una acción de fortuna halló un premio excesivo por lo realizado hasta entonces, pero que justificó en la última media hora, donde consiguió que aflorase la desesperación de un Athletic escaso de luces de principio a fin.

Ganar tres partidos

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