Afganistán.- El patriarca de la aldea estaba en su campo, como cada mañana, agachado entre la alfalfa que le llegaba a la cintura. Pasaba la hoz por los matorrales, y él y sus nietos recogían las plantas en manojos, cargándolos a la espalda hasta las dos vacas refugiadas detrás de la casa familiar.

La última vez que estuve en esta comunidad agrícola en el sur de Afganistán, estas tareas eran imposibles. La aldea era el frente en una guerra interminable. Bajo tierra había un arsenal de artefactos explosivos, el arma predilecta de los talibanes contra las fuerzas de EU.

"Teníamos miedo de que nos mataran, de las explosiones y de las balas", me dijo recientemente el patriarca Haji Muhammed Zarif, de 58 años.

Recuerda claramente una de esas explosiones. El 23 de octubre del 2010, soldados

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