Lo de Lloyd Llewellyn-Jones, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Cardiff, tiene mucho mérito. En su última obra, Las Cleopatras. Las reinas olvidadas de Egipto (Ático de los Libros, 2025), ha reconstruido el árbol genealógico de unas mujeres que llevaron las riendas de Egipto durante ciento cincuenta años, ante la incompetencia de los reyes de la dinastía ptolemaica. Hay codicia, incesto y, sobre todo, sangre, mucha sangre. Pero también la conciencia que estas soberanas tenían de la historia y de sí mismas, en un mundo hecho por y para los hombres que no tardó en borrar sus huellas de la memoria.

El nombre Cleopatra podría traducirse como “gloria de su padre” o “fama de sus antepasados”. ¿Diría que las Cleopatras de su libro hicieron honor a esa etimología?

Sí, pienso

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